Al fin llegué a mi casa después de tener un día sobrecargado de trabajo. Estuve en mi oficina todo la mañana revisando cada trabajo que me entregaban mis colaboradores para darle el visto bueno. A cada hora aparecía uno de mi personal preguntándome si estaba bien lo que iban a hacer o si me parecía que debía tomar otro rumbo. Por un momento me atolondré, quise que cada uno fuera capaz de tomar sus propias decisiones en el trabajo que cada uno hacía.
Cuando salía de mi oficina observaba que todos estaban tensos esperando mi respuesta. Nadie trabajaba de solo pensar qué les podría decir. Sentía que era el profesor y ellos mis alumnos que esperaban su nota y dije: BINGO. Ellos ya no son unos niños, pensé. Estoy trabajando con profesionales, afirmé. Ellos deben tomar sus propias decisiones, acoté.
Entré a mi oficina, recogí todos los reportes del día y se los devolví a cada uno con las pequeñas correcciones que recién había empezado a hacer. Les pedí que revisaran lo que consideraban importante dentro de lo que habían escrito y que si les parecía que estaba bien, siguieran adelante y en caso tuvieran que tomar una decisión acerca de su trabajo, lo hicieran.
Les di la confianza plena, no sabía si estaba actuando del todo bien pero ellos se sentían importantes y eso era lo primordial. Noté que cada uno se preocupaba aún más por su trabajo porque ya no tendrían a ningún profesor que le revisara su tarea y si estaba mal ellos eran los únicos responsables. Mi carga laboral disminuyó y la motivación en mis empleados creció.
Sé que mañana será un buen día.
Aquí les dejo un video motivacional para que compartan con sus colaboradores:
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